¿Para
qué seguir plantando si las cosechas nunca dan buen fruto? ¿Para qué seguir
luchando por cada problema si sé que no se va a solucionar? A lo largo de la
vida he ido aprendiendo lecciones cuales pueden ocupar bibliotecas enteras.
Parece que ninguna la aplico a mi día a día. Puede que no sea capaz de sonreír,
puede que las lágrimas inunden mis ojos cuando todos se han ido a dormir. Puede
que sea la persona más débil de este mundo. Puede, no sé. Puede que pasen
muchas cosas. He de aprender y acostumbrarme que mi día a día nunca
va a ser perfecto si pienso. Quiero volver a nacer. Quiero otra oportunidad en
esta vida. Quiero un mundo mejor, con más comprensión. Pero lo que yo quiera
nunca importa. Por eso ni lo digo, por eso no tengo el valor suficiente de gritar,
de decir todo lo que me pasa, puede que ni por escrito deje de temer echar a
volar mis sentimientos. Cuento más de millares de veces en las que he sonreído
cuando lloraba por dentro, cuando me han apuñalado y he seguido viviendo, yo a
eso no lo puedo llamar fortaleza, lo puedo calificar como cobardía o sinónimos.
Cuento millares de millones de veces en los que una respuesta positiva a un ¿qué
tal? ha sido mentira. Me miento a mi misma, no quiero saber lo que está
pasando, no quiero ser consciente.
No
sabéis los sentimientos que esconde esta falsa sonrisa. Estos puntos suspensivos. Esta sensación de que las hojas del calendario quieren pasar rápido, supersónicamente. Esta sensación de ser feliz por un momento, pensar y volver a caer en las garras de la tristeza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario